lunes, 4 de febrero de 2013

Cómo los líderes deben manejar el estrés laboral

Según diversos estudios aprender una habilidad física nueva necesita 300 repeticiones para que se desarrolle el músculo de la memoria ; y 3000 repeticiones para que la habilidad se incorpore a nosotros, para que enraice. De la misma forma, creemos que para que enraice un aprendizaje intelectual tenemos que practicarlo muchas veces. Además, existen elementos o componentes físicos que influyen en el aprendizaje intelectual, especialmente en personas estresadas. Sin ser conscientes de ellos es imposible aprender a abordar de otra forma la angustia. Estamos descubriendo que los aspectos físicos de encontrarse en un estado emocionalmente angustiado son tan importantes como los mismos sentimientos; estos dos elementos están unidos inextricablemente. Si ignoramos o no tenemos en cuenta las manifestaciones físicas de la emoción, limitamos nuestra capacidad para gestionar esa angustia emocional.
Ya hemos hablado del “secuestro límbico” que no es sino un sistema biológico de alerta temprana que nos proporcionan las amígdalas y que nos permiten asegurarnos nuestra supervivencia física desencadenando cuatro reacciones primarias: lucha, fuga, paralización y apaciguamiento; reaccionan instintivamente a la velocidad del rayo, mucho más rápidamente que las partes pensantes de nuestro cerebro.
Nuestros antepasados operaban en un mundo natural que presentaba muchos peligros reales y amenazas a la vida; para ellos esta función límbica era esencial para su supervivencia. Pero en la vida empresarial actual las reacciones de la amígdala pueden dificultar en lugar de ayudar; he aquí el por qué. Como ya hemos indicado, las amígdalas reaccionan instintivamente, casi instantáneamente; desgraciadamente no saben distinguir las amenazas reales de las imaginarias, ni tampoco las físicas las generadas por palabras o por nuestros propios pensamientos; y cuando las amígdalas envían su aviso ponen en funcionamiento fuerzas poderosas de todo nuestro cuerpo. Se segregan adrenalina y cortisol, elevando la presión sanguínea y el ritmo cardiaco. Fluye la sangre que se drena de áreas “menos importantes” ( como el cerebro pensante) que se destina a las necesitadas para la defensa física. Nos convertimos en una máquina reactiva, en guarda, en vigilancia, no el mejor estado para un discurso razonado, para la resolución creativa de problemas ni para la colaboración asociativa.
 
 
 
 

La confusión post-estrés

Pero sólo ha sido el principio, también existen efectos inducidos posteriores. Si estuviéramos corriendo delante de un oso, el esfuerzo físico extremo consumiría una buena parte de la adrenalina y cortisol adicionales segregadas por las advertencias de la amígdala y así pronto recuperaríamos el ritmo cardiaco y el nivel normal de presión arterial. Pero esto no ocurre en la oficina. En un dia normal cualquiera la amígdala puede percibir muchas situaciones “amenazadoras”; y aunque estos “peligros” revisten la forma de la palabra hablada o de pensamientos privados y no de amenazas físicas externas para nuestra supervivencia, desencadenan las mismas reacciones. Permanecemos mucho tiempo en modo de “auto-defensa” sin que tengamos donde “desaguar” las inundaciones de adrenalina y de cortisol; y si este “desagüe tanto el ritmo cardiaco como la presión arterial permanecen altos, continúan otras sensaciones físicas y experimentamos un “estrés” continuado. Como mínimo, estamos frustrados, distraídos e improductivos, con seguridad incapaces de trabajar con nuestra mejor creatividad. En entornos de alto estrés, en los que ocurren con más frecuencia las percepciones de amenaza, las personas terminan por faltar al trabajo debido a enfermedades físicas o necesitando “ un día de salud mental”. En estas condiciones es muy alto el riesgo de “burn-out”.
Las amígdalas y el sistema límbico, junto con el tronco encefálico, forman lo que se conoce popularmente como el “cerebro viejo”. De hecho, al tronco encefálico se le suele llamar el “cerebro reptiliano” porque se encuentra en todos los vertebrados, incluyendo reptiles y mamíferos. Su actividad es la de las funciones más básicas: respirar, dormir, circulación sanguínea, contracción muscular, reproducción y auto-preservación. Unido al sistema de alarma temprana de peligro del sistema límbico, el reptiliano nos proporciona una imagen potente y una clave relevante de cómo se manifiesta el comportamiento en situaciones angustiosas.
Imagine al líder de un equipo irritado; no hace falta un gran salto de la imaginación para pensar en que todos los asistentes a la reunión se transforman en iguanas, y otros animales, cada uno atrapado en su propia postura reactiva ofensiva/ defensiva. Es difícil imaginar que en realidad muchos ejecutivos desean que sus compañías sean gestionadas por un grupo de reptiles; y sin embargo, este tipo de comportamiento se desencadena regularmente y se permite su persistencia.
Teniendo en cuenta las reacciones físicas instintivas asociados a estar alterado, no debe extrañarnos que todos esos enfoques de aprendizaje conceptual no sean muy útiles para reducir los efectos de la angustia emocional. La información que recibimos en esos talleres la procesamos y almacenamos en la corteza cerebral, la parte racional “nueva” del cerebro, pero, como hemos visto, en situaciones de alteración empezamos a funcionar desde un lugar cerebral totalmente diferente.
 
 
 

La solución empieza en la cumbre

¿Cómo salvamos la brecha entre el cerebro pensante y el sintiente?; ¿cómo utilizamos a la vez nuestro razonamiento superior y nuestra pasión emocional que desencadena una buena parte de nuestra inspiración y creatividad?; ¿cómo actuamos de forma que minimicemos la reactividad y la angustia al tiempo que incrementamos la productividad y el orgullo compartido de trabajar en la empresa?.
Nuestra propuesta a los lideres es que empiecen trabajando sobre sí mismos porque las organizaciones se fijan en sus líderes (neuronas espejo) para conformar el tono. Si estos son muy reactivos, es muy probable que lo sean también sus empresas. Si, por el contrario, empiezan por aclarar sus motivos de estrés y de angustia, serán más productivos, desencadenarán menos estrés y estarán mucho mejor preparados para navegar en sus organizaciones.
Como decíamos anteriormente, los líderes pueden convertir el estrés en “euestrés”.
Aunque el cambio duradero necesita tiempo y entrenamiento continuo, hay unos cuantos pasos sencillos que pueden inmediatamente empezar a reparar el daño de la angustia emocional.